Los Soliloquios, escritos por San Agustín muy poco tiempo después de su conversión definitiva, se abren con una plegaria extraordinariamente bella que toca las más intimas fibras de un corazón creyente. El santo de Hipona se nos muestra no tanto como el profesor intelectual cuanto como el apasionado de ese Dios que le acaba de transformar íntegramente y para siempre. Toda su vida será desde entonces amar, buscar y servir a solo Dios. He compuesto una sencilla canción con algunas de las palabras con las que Agustín ora en su plegaria.
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A ti solo, Señor
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